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El estado de nuestros límites repercute en el estado de nuestros cuerpos

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Michelle Sideroff, LPC

Entramos en la escuela primaria aprendiendo el abecedario y terminamos la secundaria con la superación de temas de educación básica, pero probablemente no nos instruyen en habilidades relacionales como los límites.

Llevamos toda la vida en relaciones, pero a menudo se espera de nosotros que “finjamos hasta que lo consigamos” o que dependamos de películas o cuentos para que nos guíen en nuestras relaciones.

Desde nuestra infancia, somos testigos de los extremos de la Princesa o la Bruja y el Príncipe o el Villano como visualizaciones de cómo los personajes se afirman con el control frente a tener un poder relacional sano con límites.

No esperamos que cada historia tenga una representación de límites sólidos, pero la falta de información y la dependencia de los medios visuales significa que podemos estar repitiendo pautas insanas de control o dependencia.

Y cuando repetimos lo que se ha modelado, puede que no sepamos cuándo también estamos dando malas respuestas o reacciones a los límites relacionales de los demás.

Establecer límites

Cuando tenemos dificultades para establecer límites, a menudo nos encontramos en relaciones traumáticas o con un alto grado de codependencia, que se convierten en caldo de cultivo para el resentimiento, la desconfianza, la complacencia y el desarrollo de problemas de salud física.

Cuando nos cuesta poner límites, el cuerpo encuentra la manera. Como punto de partida, repasemos qué son los límites y cómo saber cuándo necesitas utilizarlos.

Límites relacionales

Mujer levantando las manos para indicar un límite.

En primer lugar, ¿qué son los límites relacionales? Los límites son fronteras emocionales, físicas, sexuales y mentales que establecen un parámetro de lo que una persona identifica como seguro, a salvo o en sincronía con sus capacidades.

Los límites pueden estar determinados por la cultura, el contexto, las personalidades y el género. Los límites pueden variar de una persona a otra y pueden ser diferentes según el entorno.

Los límites apropiados para el entorno laboral pueden ser distintos que cuando estás en casa. Los límites son acciones de empoderamiento que no se convierten en acciones de control.

Autoconciencia

En segundo lugar, el inicio de cualquier establecimiento de límites depende de la autoconciencia.

¿Sabes cuándo tienes una necesidad insatisfecha o no estás bien con una situación? Las dos señales principales para saber cuándo los límites no están sincronizados con nosotros son las respuestas emocionales y físicas.

Emocionalmente, podemos empezar a sentirnos abrumados, tristes, enfadados, alienados o resentidos.

Los signos físicos de unos límites poco saludables son la fatiga, las enfermedades, las tensiones musculares, los dolores de cabeza, los problemas estomacales, el dolor o la sensación de que el cuerpo está “apagado”.

Mujer sentada con la cabeza entre las manos sintiendo fatiga.

Las respuestas emocionales y corporales son las zonas de impacto que nos retroalimentan sobre el estado de nuestros límites.

Cuando no establecemos límites, no honramos nuestros valores ni priorizamos nuestras necesidades, se produce un efecto dominó tanto en el estado de nuestro cuerpo como en el de nuestras relaciones, que puede exacerbar aún más los niveles de estrés.

Si quieres aprender más sobre los límites, únete a nosotros en nuestro taller virtual del martes 22 de mayo o en el taller presencial del sábado 31 de mayo.

Estoy deseando trabajar contigo para construir relaciones más sanas.